Como casi siempre, el Carmelita tenía por costumbre dar una vuelta por la bella Naturaleza de las Batuecas. El agua del arroyo sonaba serena y limpida. El verdor de los árboles deslumbraba las emociones. Las pequeñas y abandonadas casas de los ermitaños de antaño se erigían serenas y fuertes como lo fueron sus habitantes. Pasaba algún que otro religioso que nos saludaba con un gesto cortes.
-¡Mire!- dijo de pronto-. ¿Les ve? Son ellos, los recuerdos del pasado que parecen decirnos que no ocupemos nuestra atención en cosas ligeras; qué meditemos sobre lo que importa y lo busquemos con ahínco, sin perder el tiempo en elucubraciones fantásticas. Mire usted, el tiempo pasado no vuelve, el presente es nuestro tiempo y podemos entrar en él.
¿Le parece?: oremos y amemos, sin dejar de escuchar el silencio que nuestro Padre (San Juan de la Cruz) tanto no exhorta a escuchar.
Foto: Tres imagenes (sergio).