sábado, 10 de abril de 2010

Cuestionar


Esa mañana, el Carmelita Descalzo estaba con una actitud especial. Se le veía vibrante, pleno de energía, con sus ojos castaños luminosos.
- Mire- dijo en voz baja-, cuestionar, buscar el diálogo sincero, es una obligación de aquella persona que se compromete con la oración.
Nadie tiene la razón definitiva.
Darse cuenta de este hecho, atenúa lo injusto, la soberbia que siempre sobra.
¿Sin armonía existencial qué sentido tiene nuestra oración? ¿Para qué sirve?
Por tal motivo, aquella persona que cuestiona invita a los demás a ser mejores, a crear su propio criterio.
Nuestra Madre (Santa Teresa) fue de este tipo de personas. Ella cuestionaba y actuaba de acuerdo con su conciencia, con sus convicciones, siendo consecuente con aquello en lo que creía.
Incluso cuando se ora, hay que cuestionar, porque orar en el silencio es buscar un sendero, una verdad que autentifique nuestro paso por la tierra.
El carmelita me invitó, con ademán amistoso, a dar un paseo por el camino de tierra que conducía hacia las ermitas. De pronto, se detuvo. Volvió a mirarme. Sentí como si su mirada me traspasara de una manera total.
- No se conforme tan fácilmente. Busque la verdad, su verdad. Entonces, será bendecido por la Luz.
Foto: ¿Piedra sagrada? (sergio).


domingo, 4 de abril de 2010

La liberación momentánea del yo

El carmelita descalzo posó su mirada penetrante en mis ojos y me sentí un tanto intimidado; no era para menos, sus ojos venían del algún lugar lejano, grande en sabiduría. - Mire, cuando se habla de aspectos humanos, se puede percibir que la oración es una necesidad personal. Saber escuchar, estar y sentir lo que los demás, lo que las situaciones o uno mismo, quiere significar, es vivenciar la liberación del yo pequeño, de sus estructuras estrechas; no es posible estrujar un instante de plenitud sin liberarse amontonamiento de yo. Por tanto, comprender desde el interior las equivocaciones o aciertos de una manera de ser, sin la disculpa ni distorsiones, es dejar que las cosas sean como son, sin equívocos. Algo interior en cada persona, observa y ve, sin intermediarios, ya que no se puede hablar con conocimiento de los temas espirituales cuando se esta dominado por conceptos vagos que suelen terminar en estados de confusión. Las respuestas siempre surgen del interior, al aquietar el ego, al percibir que lo de fuera y lo de dentro es lo mismo, que no hay separación, que todos somos uno. ¿Es posible la unidad de los corazones no importando otra cosa que la reunificación de los sentimientos? Quien ha tenido la oportunidad de participar en oración con otras personas, sabe, por experiencia, que por momentos el grupo vivencia la introspección profunda, y que en esos instantes todos los participantes se unen por el hilo invisible de fraternidad, desapareciendo cualquier diferencia cultural.
Ese yo personal, tan importante para la vida activa, con su impulso para avanzar y hacer cosas, resulta totalmente inútil durante la vivencia de la oración contemplativa ya que la misma exige silencio, escucha y olvido de uno mismo.
"Amar al Amado" como decía nuestro Padre. 
Foto: Barbara.