Caía una llovizna que refrescaba y daba lustre a los árboles. El aroma de las plantas mojadas era variado y un deleite para el olfato. Las nubes oscuras presagiaban lluvia intensa. El silencio era fantasmal. De pronto, salió el "sol". El Carmelita Descalzo venía hacia mí con toda la intensidad de la radiante energía que siempre iba con él. Pisaba charcos de agua y su paso era vivo, como el de un joven. Como de costumbre, me invitó a acompañarle a la Iglesia.
-Sabe usted- murmuró, una vez acomodados en uno de los bancos de la Iglesia y con prudente distancia de dos hermanos que oraban en silencio-, la oración mental se compone de diversas actitudes interiores. La primera, dedicar a la oración al menos treinta minutos. Si desea orar menos tiempo, recuerde que entre que se pone a la acción y su imaginación se serena, ya tiene que terminar. Hay que dar tiempo a las cosas del espíritu como se las da a las materiales. ¿En qué momento hay que orar? Cada persona tiene sus momentos. Unos al amanecer otros al atardecer... eso sí, siempre a la misma hora. ¿En qué postura se ha de orar? Lo de antes, cada persona tiene sus preferencias, aunque lo suyo es mantener una posición corporal vertical, relajada. Hay quienes prefieren estar de rodillas o sentarse en un pequeño taburete. Una vez superada la postura corporal,se ha de aquietar la respiración y serenarse. Enseguida, entregarse a su REALIDAD. Pida perdón por posibles errores. Sienta el gozo de compartir con un AMIGO que le comprende y ama. No hable demasiado. Silencie. Entre en contemplación...
Los colores son diferentes, las formas se transmutan, su percepción es nueva...
Mire como todo cambia...
Escuche...
Foto: Agua cambiante (sergio).