Esa mañana, el Carmelita Descalzo estaba con una actitud especial. Se le veía vibrante, pleno de energía, con sus ojos castaños luminosos.
- Mire- dijo en voz baja-, cuestionar, buscar el diálogo sincero, es una obligación de aquella persona que se compromete con la oración.
Nadie tiene la razón definitiva.
Darse cuenta de este hecho, atenúa lo injusto, la soberbia que siempre sobra.
¿Sin armonía existencial qué sentido tiene nuestra oración? ¿Para qué sirve?
Por tal motivo, aquella persona que cuestiona invita a los demás a ser mejores, a crear su propio criterio.
Nuestra Madre (Santa Teresa) fue de este tipo de personas. Ella cuestionaba y actuaba de acuerdo con su conciencia, con sus convicciones, siendo consecuente con aquello en lo que creía.
Incluso cuando se ora, hay que cuestionar, porque orar en el silencio es buscar un sendero, una verdad que autentifique nuestro paso por la tierra.
El carmelita me invitó, con ademán amistoso, a dar un paseo por el camino de tierra que conducía hacia las ermitas. De pronto, se detuvo. Volvió a mirarme. Sentí como si su mirada me traspasara de una manera total.
- No se conforme tan fácilmente. Busque la verdad, su verdad. Entonces, será bendecido por la Luz.
Foto: ¿Piedra sagrada? (sergio).