domingo, 4 de abril de 2010

La liberación momentánea del yo

El carmelita descalzo posó su mirada penetrante en mis ojos y me sentí un tanto intimidado; no era para menos, sus ojos venían del algún lugar lejano, grande en sabiduría. - Mire, cuando se habla de aspectos humanos, se puede percibir que la oración es una necesidad personal. Saber escuchar, estar y sentir lo que los demás, lo que las situaciones o uno mismo, quiere significar, es vivenciar la liberación del yo pequeño, de sus estructuras estrechas; no es posible estrujar un instante de plenitud sin liberarse amontonamiento de yo. Por tanto, comprender desde el interior las equivocaciones o aciertos de una manera de ser, sin la disculpa ni distorsiones, es dejar que las cosas sean como son, sin equívocos. Algo interior en cada persona, observa y ve, sin intermediarios, ya que no se puede hablar con conocimiento de los temas espirituales cuando se esta dominado por conceptos vagos que suelen terminar en estados de confusión. Las respuestas siempre surgen del interior, al aquietar el ego, al percibir que lo de fuera y lo de dentro es lo mismo, que no hay separación, que todos somos uno. ¿Es posible la unidad de los corazones no importando otra cosa que la reunificación de los sentimientos? Quien ha tenido la oportunidad de participar en oración con otras personas, sabe, por experiencia, que por momentos el grupo vivencia la introspección profunda, y que en esos instantes todos los participantes se unen por el hilo invisible de fraternidad, desapareciendo cualquier diferencia cultural.
Ese yo personal, tan importante para la vida activa, con su impulso para avanzar y hacer cosas, resulta totalmente inútil durante la vivencia de la oración contemplativa ya que la misma exige silencio, escucha y olvido de uno mismo.
"Amar al Amado" como decía nuestro Padre. 
Foto: Barbara.