Es mediodía. La campana del monasterio suena. Escucho el graznido del cuervo. Veo un caracol amarillo bordeando el cauce del arroyo.
¿Caracoles? ¿Con este calor?
¿Pienso que veo y oigo a la Naturaleza?
¿Caracoles? ¿Con este calor?
¿Pienso que veo y oigo a la Naturaleza?
Me silencio, procuro no pensar.
¿Realmente soy capaz de escuchar lo Natural?
El caracol lleva su casa a cuestas; es pequeño en apariencia, pero un coloso en fuerza y determinación. Él sigue el cauce de su vida, sin teorías ni aspavientos.
El caracol amarillo ve a donde va, sigue su destino; no se pierde en lo aparente, sabe lo que quiere: cumplir con lo Natural. Y es capaz de vivir el milagro de lo pequeño.
Mirar y escuchar a la Naturaleza es un aprendizaje sobre uno mismo.
San Juan de la Cruz lo comprendió bien cuando escribió:" (...) Entréme donde no supe..." ; el Maestro, que sabía tanto del espíritu, tuvo la humildad de reconocer la sapiencia del No saber, del hacerse pequeño, como un caracol amarillo...
¡Qué grande es lo simple!
Foto: El caracol amarillo (sergio).
¡Qué grande es lo simple!
Foto: El caracol amarillo (sergio).