Las Batuecas es un paraje natural que invita a la contemplación y el silencio. Había llegado a Las Mestas(Las Hurdes) y el autobús que me había traído se alejó rápidamente, siguiendo su ruta. Desde allí, tras un refrigerio obligado, decidí recorrer los kilómetros que me separaban del Monasterio y de mi admirado Carmelita Descalzo. Había llovido y el campo multicolor perfumaba el aire. En aquella época, el camino era de tierra. Andar tenía sus dificultades,pero saber que te rodeaba una soledad absoluta, producía una sensación fuerte y a la vez, maravillosa. El canto de los pajarillos, el atardecer con un sol inmenso que se escondía tras las colinas, los olores penetrantes y la sensación de estar realmente sólo, invitaban a la contemplación. Sabía que el Carmelita Descalzo me esperaba y no deseaba inquietarle con una tardanza producida por la visión de ese paisaje bello y único.
Por fin, llegué al Monasterio y tras llamar, el Hermano portero, simpático y afable,como siempre, abrió la puerta de entrada al monasterio.
Sería instruido, durante unos días, sobre el arte de la oración mental.
Foto: Barbara.